El arte cósmico de Tamayo |
Norma Ávila, Universidad Autónoma de Querétaro |
¿A usted le gustaría hacer un viaje a la luna?, preguntó una reportera a Rufino Tamayo en 1989, cuando este pintor tenía 90 años. "Claro que sí ", aseguró. Porque el Mar de la Fecundidad, el cráter Copérnico y el Océano Procelarum, por citar algunas de las grisáceas estructuras selenitas, dispararon imágenes en su mente creativa para luego ser transportadas al lienzo. Lo mismo le sucedió con el fascinante Cometa Halley de 1910, con los eclipses que admiró y con las galaxias, conglomerados de estrellas convertidos en sonoridades de su partitura pictórica. Tamayo estaba al tanto de los fenómenos y descubrimientos astronómicos y de la carrera espacial: se imbuía en el cosmos a través de observaciones propias, de leer artículos de divulgación científica o de visitar centros científicos como la NASA. Su archivo visual se nutrió de imágenes que a mediados de los años 40 comenzaron a dispararse en lienzos y murales. El objetivo de El arte cósmico de Tamayo es aportar datos que enriquecen esa faceta cósmica, información que da lugar a una lectura diferente en varias de sus obras. Además del Tamayo heredero de la sangre y trazos zapotecas, del que asimiló y transfiguró las vanguardias pictóricas, está el amante de los sueños entre océanos de constelaciones |