El salto desde fuera de la atmósfera fue de 40 kilómetros. Más o menos la distancia en línea recta entre Morelia y Pátzcuaro, el Zócalo y Tres Marías, o el Zócalo y La Marquesa. Pero la Tierra es una esfera de 6400 kilómetros, la distancia entre el DF y Santiago de Chile, o el DF y Ancorage, Alaska.

Desde los albores de la era espacial, quienes planean las misiones espaciales han tratado de seguir una regla simple pero importante: No acercarse a los cinturones de Van Allen. Las dos regiones con forma de rosquilla, ubicadas alrededor de la Tierra, están repletas de "electrones asesinos", ondas de plasma y corrientes eléctricas peligrosas para los viajeros espaciales y sus naves. Permanecer allí no es una buena idea.

Ir a Marte a la misma velocidad a la que fuimos a la Luna nos tomaría año y medio aproximadamente, y esto es tan solo de ida. Claramente, quisiéramos que la misión fuese más rápida. Pero más rápida significa más combustible. Mucho más. Por ejemplo, para llevar la misma carga al doble de velocidad necesitamos 7 veces más combustible.Y si quisiéramos triplicar la velocidad, necesitaríamos 20 veces más.

El carro-robot Curiosity, que aterrizara hace casi dos meses en Marte e iniciara su exploración en el cráter Gale, ha descubierto por vez primera piedras con cantos rodados en la superficie de Marte. Para que una piedra tenga los cantos rodados o, como se dice en lenguaje menos poético, para que esté "lisita", debe ser una piedra que estuvo dentro de un río, sufriendo el paso del agua, rodando, chocando con otras piedras, o simplemente sufriendo la erosión de las pequeñas partículas de tierra y polvo que acarrea el paso del agua. Este hecho es una evidencia sumamente importante para concluir que Marte alguna vez tuvo agua líquida en su superficie.

Como siempre sucede, los fenómenos astronómicos despiertan la pasión de la gente por conocer el cielo. Más allá de que tengamos en México personalidades tan amenas como Julieta Fierro para hablar de astronomía, lo cierto es que la gente se interesa por los objetos celestes con la menor provocación. Dicen que el astrónomo mexicano Manuel Peimbert, dijo alguna vez que los astrónomos sí tenemos musa, mientras que los físicos no. ¿Será?. Lo cierto es que luce más fácil emocionarse con el simple paso de Venus por enfrente del disco solar que con el paso de una partícula subatómica por el Gran Colisionador de Hadrones.